Pese a que la presidencia de Lugo carece de la voluntad transformadora de Chávez, Morales o Correa y que su gestión se caracteriza por múltiples incoherencias, la sola presencia de un personaje que desde el gobierno proclame su identificación con los condenados de su tierra basta y sobra para que la clase dominante local no vea la hora de sacárselo de encima, por cualquier método.
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