viernes, 19 de septiembre de 2008

FERNANDO LUGO Y EL TRIUNFO DE LA ESPERANZA EN PARAGUAY

Por Jaime Escobar M.

Ha ganado las elecciones presidenciales del Paraguay el candidato de la Izquierda y ex obispo católico, Fernando Lugo Méndez. Termina con más de 60 años de gobiernos que han producido enormes desigualdades socio-económicas.

De nuevo se produce en Latinoamérica una buena-nueva para los pobres y postergados de la sociedad; en forma impecable, como lo sostienen los observadores de la OEA y la prensa internacional, ganó las elecciones presidenciales del Paraguay, Fernando Lugo. Tal como lo anticipaban variadas encuestas de opinión. Atrás quedan más de 60 años de hegemonía del Partido Colorado, cuyo líder fue en su momento el dictador Alfredo Strossner, y que tanta represión, pobreza y desigualdades de todo tipo le significaron al pueblo paraguayo.

El nuevo Presidente del Paraguay, tiene 56 años, nació en San Solano que pertenece al Distrito de San Pedro del Paraná. De pequeño conoció el dolor y el sufrimiento, también las alegrías y esperanzas de ese pueblo tan postergado por años. Siendo muy joven ingresó al Noviciado de la Congregación del Verbo Divino, siendo ordenado Sacerdote en 1977. Estudió ciencias sociales en Roma y de regreso a Asunción se dedicó a la docencia universitaria. Fue Provincial de su Congregación, y desde 1994 hasta el 2005 fue Obispo de la Diócesis de San Pedro del Ycuamandyú, una de las zonas más pobres y olvidadas del país.

Fernando Lugo ha sido desde hace años un estudioso y precursor de la Teología de la Liberación, por esta razón y producto de un largo discernimiento aceptó ser el candidato a la presidencia representando a una coalición de partidos y movimientos políticos e independientes de clara inspiración progresista y de izquierda. Al momento de conocerse este compromiso político de Lugo, vino desde Roma la suspensión ad divinis de su cargo como Obispo titular de su Diócesis. La curia romana no aceptó que este religioso asumiera la vocación de servir a los demás desde la esfera política.

Hace unos meses el hoy Presidente del Paraguay decía sobre los inicios de su ministerio sacerdotal: “En San Pedro he vivido todas las experiencias humanas. Las experiencias de dolor, de muerte, de persecución a los campesinos, de calumnia, de amenazas; pero también de triunfo, de logros, de esperanzas. Y todas ellas juntas nos elevan a la experiencia de Cristo, aquel que nos llamó a vivir con intensidad toda la gama de situaciones humanas, el Cristo histórico, el Cristo de la fe, que vivió en el contexto de Nazaret, Jerusalem y siempre ha sido la fuente de inspiración para que el hombre y la mujer sean más humanos”.

Y sobre su lucha social y la esperanza agregaba que: “Es Cristo quién nos eleva a la categoría de un ser humano y divino al mismo tiempo. Eso me ha llenado de esperanza e ilusión, me ha dado la oportunidad de compartir con la gente, con su dolor, sufrir junto a ellos la persecución, saber qué se siente cuando se está sin tierra, sin techo, sin salud, sin educación, sin futuro como huérfanos de la sociedad. Sentir como propio su sufrimiento y dolor, me ha hecho desarrollar una sensibilidad especial por el otro que está delante nuestro, que es la imagen de Dios. Eso me ha hecho más cristiano pero también mucho más humano”.

Este es el pensamiento y la praxis socio-político de quién gobernará el Paraguay los próximos cinco años. Sin duda que este triunfo renueva la esperanza de toda persona cristiana o no, ya que representa todo un signo y un compromiso con la justicia y el bien común para todos. Además, es notable como siguen soplando nuevos vientos en nuestro Continente tan postergado y castigado por los grandes capitales en medio de la vorágine económica neoliberal. Este verdadero signo de los tiempos está reconocido por los propios obispos de América Latina cuando, recientemente, en la Conferencia de Aparecida han levantado su voz para denunciar que las “desigualdades que marcan tristemente nuestro Continente, mantienen en la pobreza a una multitud de personas”.

Desde Chile y con el legado del Presidente Allende vivo, saludamos este gran triunfo del pueblo paraguayo, no sólo porque en este hermano país se abre un nuevo amanecer en beneficio de las mayorías excluidas y postergadas, también porque el programa de gobierno que presentó Fernando Lugo a la ciudadanía, de una u otra forma representa la esperanza y la aspiración de muchos pueblos Latinoamericanos que buscan superar el actual estado de cosas y, por sobretodo, lograr que toda persona humana tenga la dignidad y la justicia que el neoliberalismo capitalista ignora y niega.

Finalmente, adherimos en toda la línea a lo que expuso en su campaña Fernando Lugo Méndez: “Creo sinceramente que el poder es un proceso de construcción. Nosotros, como la Teología de la Liberación, hemos optado por el método de hacer ese poder, es decir, construirlo a partir de esa realidad sangrante, desafiante, de pobreza, de miseria, de exclusión que viven nuestros pueblos. El verdadero, el auténtico, el genuino cambio viene desde abajo, viene desde dentro; y no desde afuera y desde arriba. El poder se construye desde la gente más sencilla que se unen por sus reivindicaciones y también en sus grandes proyectos e ideales políticos”.

Editor Religioso de “Crónica Digital” y “Reflexión y Liberación”.

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